El Poder Hoy

La hora de las definiciones

LA PLATA, Febrero 21.-"No podemos tener otro año tan malo como 2009, sería el fin de la carrera política de Scioli", se escucha decir, cada vez con mayor frecuencia y preocupación, a varios funcionarios que forman parte de la mesa chica del gobernador provincial.

 

Si bien en enero y febrero hubo algunas escaramuzas, motivadas principalmente por la novela del Banco Central que ya hace rato llegó a su fin, en la Gobernación saben que la verdadera pelea comenzará en los primeros días de marzo. No es para menos, la administración bonaerense deberá hacer frente a los cada vez más complicados problemas de gestión (incluida la imposibilidad cierta que tiene de cumplir con los reclamos salariales de docentes y trabajadores estatales) causados por la ausencia de recursos y la dependencia económica de la Casa Rosada; y por un escenario político complejo caracterizado por una interna que crece a pasos acelerados en el justicialismo bonaerense.

 

En los últimos días hubo algunos tibios intentos del gobernador por acercar posiciones con la dirigencia rural, uno de los principales sectores opositores al Gobierno nacional, al absorber deudas crediticias de los productores. Pero fue sólo un gesto, que de poco contribuirá en caso de que no se adopten medidas políticas y económicas de fondo.

 

La Argentina, y particularmente la provincia de Buenos Aires, atraviesa por momentos en que la tibieza puede convertirse en un error letal. Cobos acaba de rifar gran parte de su capital político al querer estar bien con Dios y con el diablo, queriendo ser un referente y un candidato presidencial de la oposición a un gobierno del cual él mismo forma parte. Tamaña contradicción no se puede sostener.

 

¿Scioli puede correr el mismo riesgo? No tomar decisiones políticas firmes, en función de los intereses de la mayoría de la población que les da la espalda a los K, indefectiblemente lo hará emprender un camino similar al que emprende el vicepresidente. Pero Scioli tiene la posibilidad, nunca antes explotada por él, de aprovechar la aguda crisis financiera y económica de la Provincia en función de su propio proyecto político.

 

Ocurre que un estallido social en Buenos Aires inevitablemente arrastrará a los Kirchner, y pondrá punto final a sus ambiciones de continuar en el poder en 2011. La única forma de garantizar de que eso no pase es abastecer de recursos a la vapuleada administración bonaerense.

 

Pero para obtener fortaleza económica Scioli deberá empezar a construir la estructura política de la cual hoy carece y mejorar la relación con los intendentes, especialmente con los barones del Conurbano que, más allá de sus loas públicas al matrimonio gobernante, mantienen línea directa con Eduardo Duhalde, Mario Das Neves, Carlos Reutemann y Francisco De Narváez.

 

Quizás una de las principales características de estos jefes comunales sea saber adaptarse a las circunstancias, y mantenerse en el poder más allá de que haya cambios en la conducción política de la Casa Rosada. Pero esta habilidad tiene un límite: poco podrán hacer en caso de que las protestas populares, por los efectos de la inflación, sigan creciendo.

 

Scioli dijo en varias ocasiones que él quería ser el intendente 135 de la Provincia (sin contabilizar al Municipio de Lezama, que está en proceso de formación), pero los jefes comunales no lo ven por ahora como un líder provincial. De ahí que muchos de ellos tengan contacto directo con Kirchner, que durante los últimos años utilizó discrecionalmente la billetera del Estado para encolumnarlos. Esta forma de hacer política es proporcional a la disponibilidad de recursos: cuando se acaba el dinero, se termina la lealtad. Y eso es lo que está empezando a ocurrir.

 

Existe una creciente preocupación en los municipios por la parálisis, casi total, de importantes obras públicas y la ausencia de recursos para hacer frente al pago de aumentos salariales de los empleados municipales, cuyo salario mínimo promedia apenas los 900 pesos.

 

Un punto a favor que tiene Scioli es que enfrente, por el momento, sólo existe una oposición escuálida, fragmentada y sin posibilidad de articular un proyecto superador. La etapa que viene será muy diferente al escenario de las elecciones legislativas de 2009, donde, en definitiva, terminó ganando el rechazo a un gobierno en retirada. Una elección para cargos ejecutivos es muy diferente: ya no alcanzará con invertir millones de pesos en marketing político y propaganda; ni decir permanentemente frases que se adapten a lo “políticamente correcto”.

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